top of page

EL SOL; VIDA Y OBRA DE UN REY



Fuente y foco de luz, energía y conocimiento, dios en remotos tiempos, centro de un universo poco explorado y grano de arena en la inmensidad del cosmos. Ahondar en la evolución de la definición del sol es conocer de primera mano la historia entera de la humanidad y visualizar el desarrollo de la ciencia, conocerlo en profundidad es develar el funcionamiento complejo de las estrellas y consolidar las hipótesis de su evolución. Entenderlo es entonces entender más la inmensidad de la que formamos parte.


Hablar del origen del astro rey nos remonta a los tiempos dónde el sistema solar no era más que una enorme nube de material cósmico, donde la atracción gravitacional permitió que las partículas de polvo y gas primigenias colapsaran para conformar un enorme disco protoplanetario con el sol en su centro. Gracias a el pasar del tiempo se desarrollaron las condiciones necesarias en ciertas zonas del disco para la acumulación de masa que daría origen a los planetas de todo el sistema, conjunto a los cuerpos celestes que lo conforman: Asteroides, cometas, satélites naturales y planetas enanos. Quedando instaurado el reino a quién gobernaría el rey recién coronado.

El sol es una estrella, lo que se traduce a ser una enorme bola de gas principalmente formada por hidrógeno y helio

(provenientes de la nube primigenia). Las estrellas se encuentran en el estado de la materia conocido como plasma, por lo que son acreedoras de tener altísimas temperaturas. A su vez, estas enormes bolas de gas están construidas por capas (como la tierra), que dependiendo de su masa y tamaño se disponen de manera especial. Particularmente para el sol tenemos una estructura que inicia en su núcleo, pasa a la zona radiactiva, luego a la zona convectiva, posterior a la fotosfera (superficie) y la cromosfera (atmósfera solar), para termina en la corona solar (repleta de misterios). Su núcleo se encuentra a 15,7 millones de grados kelvin, y es allí dónde se tienen las condiciones perfectas de temperatura y presión para que se de la fusión nuclear, proceso que permite su funcionamiento y estabilidad. La energía albergada en su centro es tan alta que los átomos de hidrógeno (átomos ligeros de un solo electrón), se unen unos con otros para formar elementos más pesados, cómo el carbono (seis electrones), el nitrógeno (siete electrones) o el oxígeno (ocho electrones), hasta terminar en la formación del hierro (veintiséis electrones), elementos que se desplazan a otras capas del sol debido a su diferencia de densidad, enriqueciendo la composición química de las estrellas.



Pero no sólo se ve favorecido el enriquecimiento químico del cosmos gracias a la fusión nuclear, debido a que este proceso libera una dantesca cantidad de energía podemos ver y sentir la presencia del sol. La luz que emana de las estrellas y hace brillar nuestro rey es consecuencia de dicho proceso, por lo que también el calor que de el proviene se atribuye a la fusión nuclear. Pero esto no es todo, la enorme masa que reside en las estrellas les otorga una enorme atracción gravitacional entre sus capas, por lo que de no existir la presión generada a partir de la fusión constante de átomos en el interior estelar, las estrellas colapsarían sobre sí mismas. A fin de cuentas estos astros son enormes ollas a presión, dónde las paredes de la olla representan la atracción gravitacional que quiere comprimir el gas, mientras que el vapor, que representa la energía liberada en el proceso de fusión, quiere expandir las paredes de la misma.

Entonces, es en este estado de equilibrio desde dónde el sol ejecuta su mandato, siendo el portador del 99% de la masa del sistema solar y la fuente absoluta de luz y calor, no existe punto de comparación con otros cuerpos celestes dentro de nuestro sistema, por tanto sus características fundamentales y sus procesos son cruciales para la formación del sistema solar que conocemos, lo que lo enaltece como la primera causa de todo lo acontecido dentro de los planetas, incluida la vida; ya que la aparición de organismos vivientes en la tierra es una consecuencia directa de encontrarnos a la distancia adecuada del astro rey.

¿Qué ocurre entonces si comparamos a nuestro astro rey con otros astros?

El sol es una estrella de tipo G en la clasificación estelar por temperatura, lo que significa que se encuentra a la mitad de su vida, lleva existiendo 5 mil millones de años y le esperan otros 5 mil millones de años más para terminar su reinado. Con una temperatura media de 5.500 grados kelvin en su superficie, un tamaño mediano y una evolución estelar desarrollada hasta la mitad, lo que alguna vez se enaltecía cómo creador en relatos míticos de antiguas culturas no es más que un astro promedio ante la totalidad del universo.

La soberanía de este particular rey no se deriva de su unicidad o superlatividad en tamaño o temperatura, deriva de la fascinación científica que ha despertado siempre. Desde la antigüedad con el estudio del sol por parte de Galileo, hasta nuestros tiempos con la aparición de la física solar, los misterios y fenómenos del sol han ido siendo develados. Hemos desencriptado su formación y funcionamiento, además de haber logrado identificar y caracterizar fenómenos importantes como: manchas solares, espículas, filamentos, granulación, fáculas, eyecciones de masa coronal, etc. Elementos que han permitido derivar en conclusiones importantes de la evolución estelar y nos abren los ojos una vez más a un universo más complejo de lo imaginado.


Pero ha pesar de los enormes frutos que ha dejado para la ciencia, no hay monarquía que dure eternamente, y la evolución estelar que hemos sabido caracterizar para cada una de las estrellas de nuestro universo nos devela el final de nuestro rey. Definir cómo será el proceso de vida de una estrella se logra mediante varios parámetros, dentro de los cuáles se encuentran su tamaño y su masa. A partir del conocimiento de estos datos se puede determinar mediante el diagrama de Hertzsprung-Russell el final de toda estrella, por tanto con los datos conocidos del tamaño y masa de nuestro sol se puede concluir con bastante certeza que luego de perder su delicado equilibrio debido a la ausencia de su combustible de fusión (átomos de hidrógeno), el sol se convertirá en una gigante roja, suficientemente enorme como para absorber la tierra, posteriormente liberará al cosmos sus capas externas de gas en una majestuosa nebulosa planetaria, quedando reducido a la final en una estrella enana blanca con una masa aproximadamente cercana a la actual comprimida en un radio menor, sin la posibilidad de brillar cómo ahora y mucho más fría.

La etapa final de la existencia del sol enmarca también la propiedad que tiene nuestro cosmos de renovarse, no satisfecho con habernos permitido vivir y construir nuestra historia, los vestigios de gas y elementos químicos liberados al espacio por nuestra estrella servirán también como agentes que participarán en la creación de nuevos cuerpos celestes, quizás sistemas completos que no conocerán en absoluto lo gestado en vida por nuestro astro, pero que le deberán a él todas sus hazañas, reconocimiento más que merecido a aquel que alguna vez fue el centro de nuestro universo.

GUARDANDO PROPORCIONES:

También te gustaría:

La onceava dimensión

La gravedad te trajo aquí, y de un agujero negro nadie escapa.

bottom of page